Las ciudades hispánicas de época romana pertenecían a una de estas tres categorías: civitates, colonias o municipios. A pesar de que en Hispania la romanización se inició antes que en otras provincias, la transformación fue lenta en determinadas zonas.
Hubo comunidades que se habían conformado sobre estructuras suprafamiliares y territoriales, que los romanos denominaron como oppidum y que fueron evolucionando hacia el sistema romano de las civitas. Así pues se formaron numerosas civitates en torno a un oppidum originario. Había muchas civitates en Hispania pero las diferencias entre ellas eran notorias desde el punto de vista jurídico, político y social. Su estatuto jurídico era diferente según la relación que tuvieran con el Estado romano.
Recreación de Ammaia (Sao Salvador da Aramenha, Portugal).
Se llamaba civitates liberae et inmunes a aquellas que aun no habían establecido un pacto (foedus) con los romanos. Estas comunidades irían desapareciendo poco a poco.
La situación más frecuente fue la de las civitates foederatae, que habían concertado un pacto con los romanos, casi siempre a favor de los romanos y pocas veces en condiciones de igualdad. Los pactos que se realizaban en igualad de condiciones se denominaban civitates foederatae liberae y otros, los más frecuentes, que estipulaban obligaciones contributivas con Roma: civitates foederatae stipendiariae.
Aun así, independientemente del estatus jurídico en relación con Roma, la promoción sociopolítica de las comunidades indígenas organizadas como civitates se realizaba mediante el otorgamiento de la ciudadanía romana a las élites indígenas. Una vez que una civitas hubiera alcanzado cierto nivel de desarrollo, lo normal era que se convirtiese en un municipio romano. Así, poco a poco, las élites indígenas irán integrándose en el sistema social y político romano.
En Hispania, las ciudades no privilegiadas eran mayoría a finales del siglo I d.C. hasta la época Flavia.
CIUDADES PRIVILEGIADAS: COLONIAS Y MUNICIPIOS.
Las ciudades privilegiadas se mantuvieron como una minoría hasta la época imperial. Solo un tercio de las civitates conocidas en la Hispania romana alcanzaría el estatus de ciudad privilegiada, bien como colonia o como municipio. Estas ciudades tenían un estatuto jurídico superior a las civitates de derecho peregrino.
La fundación de una colonia romana se hacía mediante la fórmula de la deductio, que consistía en un acto formal en virtud del cual se asignaba un territorio a un grupo determinado y se dotaba a la ciudad de los instrumentos institucionales necesarios. Podía tratarse de una población preexistente o de una fundación. Aun así, el principal motivo de la fundación colonial fue el cultivo de las tierras circundantes como medio de vida para la nueva comunidad. La fundación de una colonia requería una meticulosa planificación, se organizaba como una pequeña Roma aunque hubiese notorias diferencias entre unas colonias y otras.
BIBLIOGRAFÍA.
BRAVO, G. (2011): Nueva Historia de la España Antigua. Alianza Editorial S.A., Madrid. pp. 158-162.
A finales del siglo III el mapa administrativo de Hispania seguía siendo el mismo que diseñó Augusto tres siglos antes, pero en torno al 300 Diocleciano y los tetrarcas culminaron las reformas administrativas puestas en práctica los años anteriores, las cuales afectaron al ejército, las provincias y la administración imperial.
Diocleciano en el Museo Arqueológico de Estambul (Turquía). Siglo III.
Uno de los cambios más innovadores de Diocleciano y los tetrarcas fue la sustitución progresiva de funcionarios senatoriales por ecuestres. En general la Tetrarquía llevó a cabo una política antisenatorial que iría aportando cada vez más importancia a los ecuestres.
Estas reformas administrativas se completaron con otras medidas políticas no menos importantes como la separación de poderes civiles y militares. Este proceso fue largo y no concluyó hasta las últimas décadas del siglo IV.
Los tetrarcas en el Tesoro de San Marcos. Venecia (Italia). Siglo III.
El territorio hispánico estuvo dividido, hasta finales del siglo III, en tres provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania. El territorio peninsular e insular se distribuía en tres provincias muy diferentes entre sí en cuanto a extensión, recursos y modos de vida.
División provincial de Diocleciano.
Hacia el año 300 se constatan ya en Hispania los efectos de la reforma provincial en virtud de la cual el territorio hispánico quedó dividido en cinco provincias: Bética, Lusitania, Tarraconense, Carthaginense y Gallaecia. La nueva división incluía las Baleares, adscritas a la Carthaginense. Las nuevas provincias, más pequeñas, implicaban también un nuevo reparto jurisdiccional del territorio en unidades más fácilmente gobernables. Así la Tarraconense se redujo en tamaño, por ejemplo.
LA REFORMA ADMINISTRATIVA.
La gran reforma administrativa del Bajo Imperio fue, sin duda, la configuración de las diócesis como agrupaciones de provincias por dos razones fundamentales: por la novedad del sistema diocesano y por la eficacia en términos gubernativos.
La formación de la diócesis se realiza a partir del agrupamiento de las unidades provinciales existentes para constituir una nueva unidad administrativa, de entidad territorial, jurisdiccional y económica. A las provincias hispánicas viejas (Bética, Lusitania) y nuevas, se añadió además la norteafricana Mauritania rompiendo así la aparente unidad territorial de Hispania. El documento llamado “Laterculus Veronensis” recoge los nombres de las doce diócesis en que fue dividido el Imperio, llamándose Hispania “dioecesis Hispaniarum”.
Diócesis a comienzos del siglo IV.
El vicario enviado a las diócesis tenía jurisdicción sobre todos los provinciales, por encima de los gobernadores y era la representación del propio emperador, la máxima autoridad imperial en su circunscripción.
En el caso de Hispania, las provincias de la diócesis variaron a lo largo del tiempo y no es algo extraño ya que este sistema había sido concebido para asumir posibles cambios.
REFORMAS ECONÓMICAS.
Pero el Imperio e Hispania no solo necesitaba reformas administrativas sino también económicas. Era necesario hacer frente a los crecientes gastos de la administración imperial y el mantenimiento del ejército, era necesario un plan de recuperación económica tras un siglo de luchas y disputas.
Muchos campos habían quedado largo tiempo sin cultivar (agri deserti); los circuitos comerciales tradicionales se habían obstruido por las guerras y la inseguridad creciente en las vías fuera de las ciudades. Ante esto, el gobierno tetrárquico puso en marcha una ambiciosa reforma fiscal destinada a proporcionar al Estado los ingresos necesarios para su recuperación.
Para ello, toda la población fue censada de nuevo, pero con fines fiscales, y también se censó a los animales. La llamada iugatio-capitatio fue el nuevo sistema fiscal implantado en época de Diocleciano y estaba destinado a proveer de recursos al Estado para atender las necesidades provinciales.
Mosaico con escena campesina en Conimbriga (Portugal). Siglo IV. Fuente: Artehistoria.
En Hispania no hay testimonios directos al respecto pero estas medidas, sin duda, se aplicaron como en el resto de provincias y diócesis del Imperio.
SOCIEDAD.
La definición tradicional de la sociedad bajoimperial romana ha sido en terminos de bipolaridad atendiendo a los dos grupos sociales de la época: honestiores y humiliores, en el Bajo Imperio esta distinción se convirtió en una auéntica división social.
Honestiores designa en la sociedad romana a los ciudadanos de mayor honor que, a menudo, coinciden con los que tienen también mayor riqueza, por lo que son objeto de un tratamiento de distinción que se manifiesta en su posición social, económica y jurídica en términos de justicia penal: exentos de la penal capital salvo los delitos de lesa majestad o traición al Estado. Dentro de este grupo se incluyó a los grandes propietarios y también grandes funcionarios, así como oficiales del ejército, jerarquías eclesiásticas…
Humiliores eran los grupos sociales inferiores, de cualquier estatus y ocupación. En general, este grupo tenía condiciones de vida difíciles y peores que las de los honestiores, de los cuales dependían en muchas ocasiones. Humilior acabó englobando a todo aquél que no era honestior.
EJÉRCITO Y LIMES HISPANUS.
El ejército fue uno de los sectores menos perjudicados por la crisis del siglo III debido a la protección del Estado. Los militares se habían hecho omnipresentes en la vida política y social romana, algunos oficiales habían sido aclamados incluso como emperadores. Todos actuaban como grupos especializados para reforzar la eficacia de los cuerpos del ejército tradicional.
El sistema de defensa imperial, durante el Bajo Imperio, se reforzó en las áreas fronterizas próximas al “limes”, donde había más presión de pueblos bárbaros. El refuerzo se llevó a cabo construyendo instalaciones defensivas o destinando más unidades militares al área afectada. Muchos historiadores y arqueólogos coinciden en la existencia de un “limes hispanus” en torno a la Meseta norte durante el siglo IV.
Muro de Adriano en el norte de Inglaterra; un ejemplo de «limes» romano. Fuente: National Geographic.
Pero el documento que más controversia ha causado entre historiadores es la “notitia Dignitatum”, en la que se mencionan los cargos que estaban al mando de las unidades militares existentes en Hispania. En torno a la “notitia” hay multitud de teorías y aun no es claro a qué fecha en concreto hace alusión.
BIBLIOGRAFÍA.
BRAVO, G. (2011): Nueva Historia de la España Antigua. Alianza Editorial S.A., Madrid. pp. 224-234.
Quinto Sertorio era miembro de la última generación republicana que, en su día, encabezó Cayo Mario y que concluyó Cneo Octavio. Era una generación que destacaba por la experiencia militar de muchos de sus miembros. En el tránsito de República a Imperio, Roma vivió una serie de guerras civiles que enfrentaron a populares y optimates. Hispania fue, en varias ocasiones, escenario de estas guerras, primero bajo el mandato de Sertorio (83-73 a.C.) y luego entre Pompeyo y César (49-45 a.C.). Aunque son guerras más romanas que hispánicas, fueron muy importantes para la relación entre hispanos y romanos.
Sertorio llegó a Hispania en el 83 a.C. como pretor de la Citerior, fiel defensor de la causa marianista contra Sila. Por eso, la llegada a Hispania no fue solo para ostentar el cargo de pretor sino también para huir de los silanos. Pero esto es algo que le duró poco tiempo ya que en el año 81 a.C. el silano Annio fue enviado a Hispania con el objetivo de reemplazar a Sertorio como gobernador. Sertorio, presionado, tuvo que huir por mar hacia África, donde entabló relación con los mauritanos.
Estando en África lo reclamó un grupo de lusitanos y este volvió con el objetivo de controlar la Península. Contaba con el apoyo de los lusitanos por el sur y oeste, con las tribus del interior con las que ya había pactado y con su propia experiencia militar. Además, por sorpresa, Sertorio fue respaldado por soldados romanos derrotados por los silanos. Mientras iba reclutando tropas ocurre el difuso episodio de la “cierva blanca”.
Mientras, en Roma, en el año 80 a.C. el cónsul Cecilio Metelo fue destinado a Hispania como gobernador de la Ulterior y con la misión de atacar a las fuerzas de Sertorio. Metelo llegó a Hispania en el año 79 a.C. con dos legiones que sumaron a las cuatro ya existentes, lo cual hacía que las fuerzas de Metelo fuesen de unos 30.000 soldados. Pero Sertorio puso en práctica el sistema de guerra de guerrillas.
Ambos frentes tardaron en encontrarse y en el 78 a.C. Metelo tuvo que retroceder a su posición inicial y pidió refuerzos varios, entre ellos dos legiones más. Pero Sertorio y sus aliados impidieron que las tropas de Metelo avanzaran hacia el norte evitando la formación de un “frente único”. Además, Sertorio no solo era un adversario sino también un rebelde que pretendía implantar un Senado en Hispania.
En el año 77 a.C. cambió la situación ya que el Senado envió a Hispania a Cneo Pompeyo, uno de los militares más prestigiosos, acompañado de cuatro legiones. En el 76 a.C. Pompeyo entró en acción en el frente que tenía Metelo y siguió sin perder la línea de la costa hasta Sagunto, pactando por el camino con indígenas.
Cneo Pompeyo Magno.
El primer enfrentamiento con las tropas de Sertorio fue en Lauro, donde Sertorio se había desplazado para impedir la unión de las legiones de Pompeyo con las tropas de Metelo. En esta contienda los soldados de Pompeyo se vieron atrapados y murieron unos 10.000, pero consiguieron contraatacar empujando al enemigo hasta Itálica.
En el año 75 a.C. Pompeyo se enfrentó a Sertorio en el Sucro, resultando herido y sin poder unir sus fuerzas con las de Metelo. Posteriormente se enfrentarían en Segovia, donde murieron aliados de Sertorio y Metelo pudo acudir en auxilio de Pompeyo. Mientras, los aliados de Sertorio seguían perdiendo hombres e iban replegándose. Fue a partir de este momento cuando la guerra dio un giro a favor de los romanos, tras un nuevo enfrentamiento cerca de Sagunto en el verano del 75 a.C., Sertorio se retiró con sus tropas atrincherándose en el valle del Ebro.
El asesinato de Quinto Sertorio en el 72 a.C. (Fuente: National Geographic).
Pompeyo sitió Clunia y se retiró a invernar entre los vascones. La presencia de Pompeyo hizo dudar a los indígenas sobre su lealtad hacia Sertorio y posteriormente las tribus celtibéricas se unirían a Pompeyo. Sertorio estaba prácticamente aislado. Tras un ataque combinado de Pompeyo y Metelo, Sertorio se vería obligado a buscar refugio en el noroeste y Sertorio fue objeto de una conspiración urdida contra él por parte de sus colaboradores, así en el 73 a.C., durante un banquete, lo asesinaron.
POMPEYO Y CÉSAR (49-45 a.C.).
Tras la guerra contra Sertorio, Pompeyo permaneció en la Península durante unos cinco años durante los cuales forjó sólidas clientelas con los hispanos, sobre todo en el sur y en el área celtibérica. Así que cuando en el 55 a.C. recibió el mandato senatorial de Hispania prefirió enviar a sus legados en vez de renunciar al cargo. Por su parte, César también contaba con importantes apoyos entre los hispanos al haber sido cuestor y pretor de la Ulterior.
En el 49 a.C., declarada la guerra civil entre César y el Senado, César movilizó sus tropas desde la Galia hacia Hispania en vez de perseguir a Pompeyo (que había huido hacia Oriente aunque antes había reforzado la presencia militar en Hispania). En total Pompeyo dejó siete legiones desplegadas en Hispania pero la entrada de las tropas de César impidió la acción conjunta de las legiones de Pompeyo.
Cayo Julio César por Nicolas Coustou en el Museo del Louvre (París, Francia).
César continuó hacia el interior de la Península y las fuerzas de Pompeyo se replegaron, así que César consiguió la capitulación de ciudades de la Celtiberia y la colaboración de ciudades de la Ulterior, en donde reclutó una legión hispana. En el 48 a.C. César marchó a Italia para preparar la persecución de Pompeyo, el cual fue derrotado en Farsalia y posteriormente murió en Egipto.
Cuando César regresó a Hispania en el 45 a.C., tras haber acabado con los últimos reductos de Pompeyo, allí se encontraban los hijos de Pompeyo en determinadas ciudades, así que César ordenó el asedio de estas ciudades y el enfrentamiento final tuvo lugar en la batalla de Munda, donde el hijo de Pompeyo resultó posteriormente muerto.
Representación libre de la batalla de Munda.
Esto no significó el fin de las hostilidades ya que en 44 a.C. Sexto Pompeyo, otro hijo, siguió hostigando ciudades con su flota hasta el punto de que Lépido tuvo que negociar con él la evacuación de sus tropas a cambio de una indemnización.
BIBLIOGRAFÍA.
BRAVO, G. (2011): Nueva Historia de la España Antigua. Alianza Editorial S.A., Madrid. pp. 128-133.
A pesar de las múltiples visiones que ha tenido a lo largo de la Historia, la romanización no debe confundirse con la latinización ya que algunas áreas hispánicas se mantuvieron al margen de este fenómeno lingüístico. Sí es cierto que, a todos los efectos, unas áreas fueron más permeables que otras, así pues las áreas oriental y meridional presentan una romanización más temprana e intensa que el resto.
Para muchos historiadores, la romanización es más que un proceso cultural y debería entenderse como el proceso de implantación de las formas de vida romanas y parece indicar un predominio claro de lo romano sobre lo indígena.
Acueducto de los Milagros construido en torno al siglo I d.C. en Mérida (Badajoz, España).
La principal crítica que se le hace hoy día a la romanización es que supuso alteraciones y transformaciones en el marco indígena para adaptarse al romano y no al revés, considerándose el sistema romano como superior y con capacidad para imponerse sobre el otro. Al fin y al cabo, saliendo de debates, la romanización lo que pretendía era proporcionar cierta unidad a la diversificada realidad hispánica a pesar de que el grado de romanización no se dio en todas las áreas por igual.
INDICADORES DE ROMANIZACIÓN.
Latinización.
Aunque la romanización no fue sólo un fenómeno cultural, la latinización es uno de los indicadores más útiles para establecer diferencias entre unas provincias y otras. Uno de los factores que contribuyeron a divulgar el latín entre los indígenas fueron determinadas medidas políticas como la escuela de latín que Sertorio fundó en Osca.
Inscripción romana en el Museo del Almodí en Xàtiva (Valencia, España).
A partir del emperador Claudio (41-54) el latín se convirtió en lengua oficial del Imperio y su conocimiento era indispensable para acceder a la ciudadanía romana. Además la intervención de un magistrado romano en un documento implicaba el uso del latín. Aun así, las lenguas indígenas siguieron hablándose en las provincias de Hispania aun en avanzada fecha imperial.
La onomástica.
La presencia romana en Hispania dejó también su huella en la onomástica, la cual refleja la estrecha relación que hubo entre indígenas y romanos. Aun así hay que señalar que la incidencia no fue igual en todos los ámbitos, con mucha diferencia entre regiones.
El área levantina es fiel reflejo de esta influencia ya que abundan los gentilicios. En el área vascona los restos latinos son escasos, al contrario que en la parte bética, donde la romanización fue temprana y se produjo una rápida latinización de la onomástica autóctona. El área céltica presenta un panorama onomástico más complejo dividido por zonas.
Aun así, como norma general, la nomenclatura latina acabaría desplazando a la indígena en casi todas las regiones. Casi el 45% de los nombres de persona son nombre único, un 30% corresponde a la fórmula duo nomina y el 25% pertenecen a los tria nomina.
La red viaria.
La construcción de la red viaria en la Península no fue una empresa fácil ya que se tuvieron que salvar grandes dificultades físicas y técnicas para llevarla a cabo. La Península presentaba tres dificultades básicas:
La acusada orografía del terreno.
El relativo aislamiento de las mesetas con áreas periféricas.
Las cuencas hidrográficas, con ríos y lagos caudalosos que necesitaban la construcción de puentes.
Ante tales dificultades es lógico que la implantación de la red viaria fuese tardía, seguramente en época imperial. Pero todos los condicionamientos geográficos fueron finalmente superados por los romanos mediante el diseño de una nueva red que establecía la comunicación entre los núcleos más importantes.
Aunque gran parte del trazado antiguo ha desaparecido, las vías romanas recorrían el territorio peninsular en todas las direcciones. La construcción se debió iniciar con Augusto y prosiguió hasta mediados del siglo III.
Puente de Alcántara en Cáceres (Extremadura, España).
En cualquier caso, durante la época altoimperial se completaría el trazado de la red viaria hispánica que presentaba una estructura reticular con dos ejes claros de comunicación de norte a sur: la Vía Augusta y la Vía de la Plata. En época más tardía el trazado viario adoptaría una estructura radial en torno a las grandes ciudades de la costa y del interior por razones comerciales y fiscales.
Es evidente que este entramado viario tenía una orientación claramente mediterránea, facilitando la comunicación del interior con los enclaves portuarios de la costa. Además de estas rutas fluviales que eran practicadas a menudo por razones comerciales debido a su menor costo y la posibilidad de mayor carga en el transporte, destacan Hispalis y Corduba.
Religión.
El sistema religioso hispanorromano es muy complejo ya que implica nuevas problemáticas como las siguientes: procendencia de los cultos atestiguados, localización precisa, distribución regional, evolución del culto por épocas, seguidores del culto… El grado de implantación de la religión romana en Hispania suele ser considerado uno de los indicadores más fiables del grado de romanización. Se supone que las áreas más y mejor romanizadas serían aquellas en la que los cultos romanos se implantaron más temprano que en otras.
Templo de Diana en Mérida (Badajoz, España).
En el fondo la implantación romana no significó el reemplazo de la religión indígena por la romana sino una coexistencia de ambas si la indígena no interfería en los planes e ideológicos de los romanos. Así pues la religión romana en Hispania como indicador de romanización revela una implantación escasa, tardía y de progresión lenta sin que se observe una adscripción clara a un culto determinado por parte de una región o provincia concreta.
Las áreas levantina y meridional presentan mayor concentración de testimonios referidos a las divinidades de origen griego, fenicio o púnico. En el norte son más frecuentes los cultos indígenas que en el centro. Y en el mediterráneo los cultos romanos están mejor atestiguados.
Panteón indígena – El más numeroso de los existentes en Hispania, con más de trescientas divinidades conocidas hasta el momento. Es preferible hablar de grupos de dioses/as. No había templos sino santuarios aunque el culto, normalmente, se practicaba al aire libre. Tampoco se conocen grandes centros de culto ni indicios de una organización sacerdotal.
Panteón romano – Era menos numeroso que el indígena pero estaba asociado al culto indígena por lo que resulta complicado separar ambos. Lo que sí había es una organización precisa del culto romano similar a la de Roma, realizándose generalmente en templos. Había diversos niveles de culto.
Panteón oriental – Su penetración en Hispania es relativamente tardía, posterior al siglo I a.C. Destacan los referidos a religiones mistéricas, que se implantaron en Occidente a partir del siglo II d.C. Penetraron en la Península a través de esclavos, comerciantes y tropas.
Cristianismo – Los orígenes en Hispania son oscuros y siguen sin esclarecerse. Los testimonios más antiguos se remontan al siglo I d.C. pero son de escasa historicidad. Para otros es notorio a partir del siglo III d.C. cuando se atestiguan las primeras víctimas de la persecución contra los cristianos.
Cultura.
La difusión de las formas culturales romanas fue el más importante legado romano a Hispania, algunas de las cuales perviven. Expresiones y formas legislativas así como estructuras arquitectónicas aún firmes dan cuenta de una intensa labor romanizadora en el seno de las sociedades indígenas.
Anfiteatro de Itálica en Santiponce (Sevilla, España).
Las grandes construcciones romanas datan de los siglos I y II d.C., de la época de los emperadores hispanos Trajano y Adriano. Desde finales del siglo I d.C. Hispania fue una de las regiones más romanizadas del Imperio Romano a pesar de que el proceso de aculturación propició en muchos casos la pervivencia de determinadas estructuras indígenas.
BIBLIOGRAFÍA.
BRAVO, G. (2011): Nueva Historia de la España Antigua. Alianza Editorial S.A., Madrid. pp. 147-157.
La fuente que vamos a usar y analizar es un vídeo, de 9:09 minutos de duración, subido a la plataforma YouTube por el usuario ARTEHISTORIA el 27 de octubre de 2008 y consultado el 29 de noviembre de 2014. Pertenece a la web ArteHistoria, conocida web de consulta online dedicada a la divulgación de la Historia, la cultura y el arte mediante pequeños artículos o vídeos.
El vídeo titulado “La Hispania romana” abarca, en menos de diez minutos y de manera muy general, cómo fue la conquista de Hispania, la organización de la misma, los elementos más importantes en las ciudades romanas y cómo afectó la caída del Imperio Romano a la provincia de Hispania. Es un vídeo de rápido visionado con dos claros objetivos dependiendo del tipo de público que lo vea. Si hablamos de un público con conocimientos de Historia Clásica o Historia de España, este vídeo actuaría a modo de recordatorio sobre determinados aspectos de la Hispania romana. Para el público que no tenga conocimientos sobre Historia Clásica o Historia de España, el vídeo puede actuar como un elemento que incite a los mismos a indagar más sobre este período. Por tanto, estamos ante un vídeo que es apto e interesante para todos los públicos posibles.
CONTENIDO DEL VÍDEO: LA HISPANIA ROMANA.
Sin profundizar demasiado en datos cronológicos, el vídeo comienza hablando de la Armada romana y de la presencia de esta en el Mediterráneo -Mare Nostrum- como elemento esencial para la colonización o conquista de nuevos territorios. A pesar de que fue bastante importante y necesaria para la expansión de Roma por el Mediterráneo, la Armada no jugaba un papel tan importante como las legiones ya que Roma fue, principalmente, un pueblo terrestre y enfocó casi toda su actividad bélica en este tipo de combate, lo cual no quita que se produjesen importantes acontecimientos como la batalla de Accio. Estaba compuesta por barcos que aunaban velas en aparejo de cruz y remos, basados en modelos griegos y cartagineses.
La Armada vivió varios momentos de relativo auge, sobre todo entre los siglos I y II a.C. en los que participó en contiendas contra Cartago o los griegos, así como la lucha contra los piratas. Tras la victoria de César Augusto en Accio, el Mediterráneo se convirtió en un mar bastante tranquilo, con un dominio casi total por parte del Imperio, por lo que la Armada romana quedó relegada a un segundo plano. No fue hasta el siglo II d.C. cuando la Armada volvió a recuperar protagonismo en las fronteras del Imperio con la lucha contra los bárbaros pero, tras la crisis del siglo III d.C., la Armada quedó totalmente defenestrada, con su mayor evidencia cuando los vándalos, con su propia flota, llegó incluso a saquear Roma.
Las guerras de conquista eran una base esencial para Roma, eran necesarias para mantener contentos a los ciudadanos romanos y, económicamente, aunque resulte paradójico, se necesitaban para subsistir ya que al conquistar nuevas tierras se explotaban los recursos de estas. Además, así los soldados romanos generaban ingresos al cobrar una especie de salario en las conquistas, lo cual generaban un sistema de retroalimentación que beneficiaba a todos.
Siempre que se llegaba a un territorio que se deseaba conquistar se establecía un castrum o campamento militar. En el caso romano, el campamento imitaba a la ciudad, con dos vías principales llamadas Cardo Maximus y Decumanus Maximus, así como el foro ubicado en la intersección entre ambos. Al campamento llegaban prostitutas y vendedores ambulantes -buhoneros- que animaban el día a día en el castrum y subían la moral de los soldados. En muchos casos, los soldados no querían que las guerras de conquista terminasen y una gran parte de ellos se quedaba en la nueva provincia tras la guerra ya que habían establecido estrechos vínculos con la zona y la población local.
Tras relatar, de manera general, estos detalles sobre cómo organizaba Roma la conquista de un territorio, el vídeo sigue y se centra en la conquista de Hispania por parte de Roma. Estos hechos se producen durante la Segunda Guerra Púnica, conflicto que enfrentó a Roma y Cartago durante los años 218 y 201 a.C.
Sería en esta guerra cuando, tras cambiar el curso de la guerra, se plantearía la conquista de Hispania. La guerra había estado medianamente dominada por Asdrúbal y Aníbal Barca, los cuales habían desafiado a Roma en más de una ocasión, llegando incluso hasta Roma o la derrota de los hermanos Escipión a manos de Asdrúbal. Ante este acontecimiento, Roma envía a Publio Cornelio Escipión a Hispania, a cortar el problema de raíz, ya que desde ese territorio se podía organizar una nueva invasión cartaginesa. Publio Cornelio Escipión llega en el año 217 a.C. a Tarraco, la cual sirvió a los romanos para pasar el invierno y desde allí se organizaría la toma de Cartago Nova -base principal de los cartagineses- en el año 209 a.C. y la posterior derrota de Asdrúbal, el cual se ve forzado a huir de Hispania.
Tarraco fue la primera fundación romana en ultramar, una importante base de abastecimiento y un lugar clave en la lucha contra los celtíberos por lo que no es de extrañar que, durante la época de la República romana, esta ciudad tuviese una fuerte presencia militar. De hecho, desde Tarraco se organiza la conquista de Hispania, desde este enclave es desde donde parte todo. Su estatus legal, durante esta época, aun es difuso pero seguramente estaría organizada como conventus civium Romanorum. Se piensa que fue César y no Octavio quién le otorgó a Tarraco el estatus de colonia tras su victoria en Munda, pasando a llamarse Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco.
Hispania fue organizada, durante el dominio republicano, en:
Hispania Ulterior: la cual abarcaba la actual Andalucía, el sur de Badajoz, de la Mancha, de Murcia y parte del Algarve. Su capital era Corduba. Era la provincia más alejada de Roma.
Hispania Citerior: abarcaba el norte y el este de Murcia, una buena parte de Castilla la Mancha, la zona valenciana, Cataluña, el Ebro y el Pirineo Aragonés. La capital fue fijada en Tarraco y era la zona más próxima a Roma.
Con la llegada de César Augusto y el Imperio, y tras la notable expansión de Roma, se realiza una nueva división en la que Tarraco tiene especial protagonismo:
Hispania Ulterior Baetica: su capital seguía siendo Corduba. Abarcaba a la actual Andalucía y la zona sur de Badajoz, pero poco después Augusto la modificó añadiendo el este de Jaén, norte de Granada y Almería a la provincia Tarraconense.
Hispania Ulterior Lusitania: su capital era Augusta Emerita. Abarcaba la mayoría de la actual Portugal, así como gran parte de Extremadura.
Hispania Citerior Tarraconensis: su capital era Tarraco, la cual le daba nombre a la provincia. Era la provincia más extensa de Hispania y abarcaba el resto de la Península Ibérica, desde Galicia hasta Murcia.
La llegada de Roma a Hispania no trajo consigo únicamente divisiones administrativas, el vídeo hace especial hincapié en la gran cantidad de obras públicas que realizó Roma en Hispania, a imagen y semejanza de las ciudades romanas.
El Circo romano era una de las grandes construcciones romanas destinadas al ocio junto con el teatro y el anfiteatro. Estaba inspirado en los estadios griegos pero eran notablemente más grandes que estos. Su principal función eran las carreras de caballos y en Hispania fue especialmente notable el de Tarraco. Estaba ubicado cerca del Foro y fue construido a finales del siglo I d.C. y su construcción denotaba la gran importancia que tenía esta ciudad no solo para Hispania sino también para el Imperio. Tenía capacidad para, aproximadamente, 23.000 espectadores y en él se realizaban muchas ceremonias imperiales. Se mantuvo en activo hasta mediados del siglo V, posteriormente pasaría a convertirse en una zona residencial.
El vídeo hace mención a los arcos triunfales también, los cuales se construían para conmemorar victorias militares aunque posteriormente se abandonaría esta tradición y se centrarían en otras temáticas. El vídeo destaca el Arco de Bará, situado a 20 kilómetros de Tarraco, el cual se encuentra situado sobre la Vía Augusta y fue construido en torno al año 13 a.C. en honor a Lucio Licinio Sura. Es bastante más sobrio que los arcos triunfales de Roma y su función era marcar los límites territoriales, intentando así terminar con las disputas entre los ilérgetes y los cosetanos.
La enorme cantidad de obras públicas llevadas a cabo por Roma supusieron un cambio en el urbanismo de muchas ciudades, algunas de ellas de nueva fundación. También se construyeron carreteras, puentes y otras obras de ingeniería. El vídeo destaca el acueducto de Segovia, el cual conducía las aguas del manantial de la Fuenfría durante 15 kilómetros hasta Segovia. Está construido con sillares de granito, sin argamasa, con 20.400 bloques y una altura de 28 metros. Destaca también, aunque no se menciona en el vídeo, el acueducto de los Milagros de Emerita Augusta.
En el vídeo también se hace mención al Anfiteatro Flavio en referencia a las obras públicas de Roma. En Hispania también se construyeron gran cantidad de anfiteatros, entre los que destacan el de Tarraco, Itálica o Mérida. También se habla de la distribución de las domus romanas y como estaban organizadas. Por último, y respecto al urbanismo, el vídeo también comenta la función social que tenían las termas así como el ambiente que había normalmente en ellas, en Hispania destacan las termas de Cartagena, las de San Baudillo o las de Itálica.
El vídeo concluye con la caída del Imperio Romano y cómo se vivió esta en Hispania. A finales del siglo V d.C. Roma estaba debilitada por completo, prácticamente no levantó cabeza desde el siglo III d.C., debido a esta crisis muchos grandes propietarios inician un éxodo de la ciudad al campo, algo que se seguiría manteniendo durante gran parte de la Edad Media. Los llamados bárbaros tenían entre sus objetivos, por su riqueza natural, a Hispania y en ella penetraron suevos, vándalos y alanos. Ante esto los visigodos, aliados de Roma, intentarían controlar a estos pueblos. En el año 476, tras la caída del Imperio, Tarraco fue ocupada por los visigodos y el rey Eurico, sin existir evidencias de destrucción en la ciudad, algo que se podría trasladar a muchos otros puntos de Hispania. Los visigodos llegarán a establecer una corte en Toledo desde la cual controlarían toda Hispania, a pesar de la fragilidad de la monarquía visigoda.
CONCLUSIÓN.
Sin duda alguna, el vídeo hace un repaso, en menos de diez minutos, por los aspectos más básicos de la Hispania romana y de él se puede sacar mucho si luego se complementa con lecturas u otros vídeos. ArteHistoria pretende, con este vídeo, acercar la realidad de la Hispania romana a cualquier tipo de público y despertar en él el interés por la Historia Antigua de España.
Es cierto que el vídeo lo aborda todo de una manera muy general y sin profundizar, apenas, en ningún aspecto, pero muestra la suficiente información como para generar interés en un espectador receptivo.