- LA POLÉMICA INVENCIÓN DE LA IMPRENTA
La propia dinámica de la producción y el comercio empujaron a la Europa de la Baja Edad Media a una serie de descubrimientos técnicos que afectaron al sistema de comunicación social. La imprenta se enmarca claramente en este contexto.
La aparición de la imprenta sólo puede entenderse como consecuencia de la presión que la demanda ejercía en la sociedad de la época. La invención de la imprenta no es europea sino oriental ya que en el año 960 se usaron en China los primeros tipos móviles de madera y en el 1045 se emplearon caracteres de arcilla cocida, llegando incluso a emplearse el bronce y el cobre. En Europa solo se aplicó el invento cuando la sociedad comenzó a demandar una técnica mecánica para la producción de textos escritos.
La figura del “inventor” de la imprenta aun es controvertida hoy día aunque Gutenberg es el candidato más sólido. El mérito de Gutenberg fue el de aplicar una serie de avances técnicos a un modelo de máquina tan eficaz que siguió usándose hasta el siglo XIX. La fecha también es objeto de polémica y se sitúa entre 1445 y 1450. Destaca la impresión de la Biblia de las 42 líneas o Biblia de Gutenberg.
- DIFUSIÓN DE LA IMPRENTA EN EUROPA
Durante años la tipografía fue casi un secreto. Sólo a partir de 1462 puede hablarse de difusión europea de esta nueva tecnología. Maguncia fue saqueada por Adolfo Nassau y una de sus medidas fue la prohibición de las prensas. A raíz de esto se expande el conocimiento de la máquina por europea gracias a una serie de tipógrafos ambulantes.
Desde su comienzo, el impresor se enfrentó con la alternativa de basar su negocio en el apoyo institucional o confiar en el mercado de una clientela letrada. La clientela estable se buscó entre la clase media urbana instruida. La aristocracia, en cambio, acogió en un principio el invento con escaso entusiasmo, pues el libro tipográfico les parecía de inferior calidad gráfica.
Las líneas de difusión geográfica de la imprenta no fueron concéntricas a Alemania sino que se dirigieron a lugares muy diversos y distantes, siguiendo con exactitud redes de líneas de comercio de finales de la Edad Media.
La imprenta tardó en difundirse por España, quizá debido a la situación geográfica de la Península o a la inexistencia de grandes poblaciones humanas. La Gramática de Bartolomé Mates (1488) ha sido considerada el primer libro impreso español. Sin embargo el primer libro impreso español fue el Sinodal de Aguilafuente en 1472. De todos modos, la imprenta se extenderá por España comenzando por Aragón hasta llegar a la famosa imprenta sevillana fundada por Jacob Cromberger en 1502. Antes de finalizar el siglo XV eran 26 las ciudades españolas que disponían de imprenta.
El arte de imprimir se nacionaliza muy pronto. Italia fue el primer país europeo donde los impresores alemanes perdieron su monopolio y así sucesivamente.
- LA IMPRENTA Y LA CONSERVACIÓN / TRANSFORMACIÓN DE LA CULTURA ESCRITA
Muchos historiadores de la comunicación aseguran que la imprenta no tuvo una implantación total en los modelos de comunicación social imperantes ni conllevó, en los primeros momentos, ningún cambio en las tendencias socioculturales de la época. La imprenta se utilizó, en un principio, para conservar una tradición escrita que coincide casi exactamente con la de la Baja Edad Media. La imprenta traía dos nuevas posibilidades al panorama sociocultural:
- La primera es la de obtener copias idénticas entre sí, no sujetas a erratas o manipulaciones.
- La segunda era la de obtener un mayor número de copias cada vez. Esta será la que estará en el origen de la capacidad revolucionaria de la imprenta.
La igualdad tipográfica fue lo más preciado de las posibilidades de la imprenta, de esto modo, corporaciones, instituciones y órdenes religiosas se precipitaron a imprimir sus reglas y constituciones para evitar alteraciones. Esto supone que la comunicación impresa vaya, cada vez más, rodeándose de un aura de oficialidad.
La supuesta revolución de la imprenta no se aprecia demasiado en los aspectos materiales de la edición de libros. El tránsito del libro manuscrito al impreso resulta menos revolucionario que otros procesos anteriores. Por otro lado, los poderes religiosos y políticos reaccionaron rápidamente ante el peligro potencial que la imprenta podía encarnar como medio para la difusión masiva de ideas subversivas: en 1487 se publica la primera Bula papal en la que se prohíbe la impresión de cualquier obra que no salga con permiso eclesiástico y sería algo que la Inquisición vigilaría constantemente partir de 1542.
- LA IMPRENTA Y LA AMPLIACIÓN DEL PÚBLICO LECTOR
En los albores de la Edad Moderna la alfabetización siguió siendo pobre e incluso no era generalizada entre las clases superiores en las que aun pervivía la oralidad. Tomás Moro fijó en un 60% el número de londinenses alfabetizados. A ello había contribuido el desarrollo de la escuela privada. No obstante el dominio de la lectura y la escritura no debe confundirse con la capacidad de leer y entender libros.
La producción media de un libro impreso en el siglo XV estaba entre los 200 y los 500 ejemplares por lo que no puede hablarse, por tanto, de una difusión masiva del libro impreso. El primer libro impreso que merece la calificación de “best-seller” fue la obra de Thomas de Kempis, De imitatione Christi de 1471 la cual alcanzó 99 ediciones antes de que acabase el siglo. El autor más impreso y vendido de la época fue Martín Lutero.
En parte de los manuscritos de los siglos XIV y XV es visible ya la apreciación de la figura del autor, cuyo retrato suele aparecer en las miniaturas, aunque hasta el siglo XVIII se consideró de mal gusto escribir para ganar dinero en vez de fama. Es aceptada la figura del gentleman-writer, el autor que vive de sus bienes o cargos y no de su pluma, el cual muchas veces se oculta tras el anonimato.
Pero, poco a poco, gracias a la imprenta y la censura el autor aparecería como responsable judicial del discurso y con ello se fue eliminando la anonimia.
BIBLIOGRAFÍA
ESPEJO CALA, C. Historia de la comunicación escrita (de la prehistoria a la irrupción de la imprenta). 1ª Edición. Sevilla: Editorial MAD S.L., 1998. pp. 141-151.