- LOS NOMINALISTAS DE PARÍS.
Ockham no tuvo continuadores importantes en Inglaterra. Y después de él el testigo del nominalismo científico pasa de Oxford a París. Nicolás de Autrecourt enseña en París hasta que se lo prohíben y defienden un atomismo corpuscular en el que todo consiste en movimientos locales producidos directamente por Dios, sin mediación de leyes naturales. Todo conocimiento se reduce para él a la experiencia directa limitada por el principio de no contradicción. Critica las ideas metafísicas tradicionales de causa y sustancia, que son a lo sumo, según él, probables. La única causalidad y las únicas sustancias ciertas serían las que actualmente experimentamos.
Pero es en el campo de la dinámica en el que se producen las críticas más demoledoras a la física de Aristóteles. La explicación que Aristóteles daba del movimiento espacial de los cuerpos suponía que el móvil es impulsado en todo momento por un motor. Esto, sin embargo, era difícil de sostener en el caso del movimiento de los proyectiles. Juan Buridán invalida la explicación de Aristóteles remitiendo a la experiencia. Con sus explicaciones dejan de ser necesarios el motor inmóvil y las inteligencias que mueven las esferas celestes, porque una vez impreso el movimiento al mundo este continuaría indefinidamente por sí mismo; bastaría un primer empuje y no sería necesario un acto puro que actualizara en cada momento la potencia. Los pensadores del final de la Edad Media no fueron capaces muchas veces de sacar todas las consecuencias implicadas en estas ideas.
A Nicolás de Oresme no le hace falta recurrir a experimentos para trastocar las ideas recibidas. Retoma la hipótesis del movimiento rotatorio de la Tierra. Dicho movimiento respeta igualmente los fenómenos y resulta más plausible que el movimiento giratorio de toda la bóveda celeste por ser más simple y porque parece más adecuado que los cielos estén en reposo mientras la Tierra se mueve.
Pedro de Ailly profesa un escepticismo radical que afirma que no se puede demostrar la existencia del mundo exterior ya que, aunque el mundo entero dejara de existir, Dios podría conservar en nuestra alma la sensación de todas las cosas. Y la misma demostración de la existencia de Dios se basa para él solo en razonamientos probables.
La difusión del nominalismo no supone ni mucho menos la desaparición de la vía antigua. El siglo XIV y el XV están llenos de las disputas universitarias, con frecuencia vanas y sin gran interés, entre antiguos y modernos, entre tomistas, escotistas y ochkamistas.
- LA SECULARIZACIÓN DE LA POLÍTICA.
El enfrentamiento de Ockham y el poder del papa a finales del siglo XIII va acompañado por un intenso debate de ideas. Ockham niega al papa la plenitud potestad no solo en el terreno político sino también en el espiritual. A comienzos del siglo XIV, las teorías del predominio eclesiástico y las pretensiones del papado al dominio universal se encuentran en franca recesión. La lucha no acabará de resolverse en la Edad Media y se arrastrará durante la Moderna, entre otras cosas porque no está del todo claro dónde termina lo secular y empieza lo espiritual.
Entre los partidarios del poder hay nombres importantes: Juan de París, Dante y Marsilio de Padua, además de Ockham. Juan de París se muestra partidario del rey de Francia en su lucha contra el papa Bonifacio VVIII, afirmando que en caso de herejía u otro delito grave se puede deponer al papa. Dante defiende que el Imperio y la Iglesia son dos instituciones con fines distintos e irreductibles entre sí; pero en caso de conflicto la primacía ha de corresponder al emperador , que es el único que puede asegurar la paz y la justicia. La finalidad de Dante es el mantenimiento de la paz.
Más radical será Marsilio de Padua, que defiende la supremacía del poder secular sobre el poder eclesiástico, que ha de depender de él; de modo semejante a como el averroísmo latino afirmaba el predominio de la razón sobre la fe, de la filosofía sobre la teología. Para él, la soberanía reside en el pueblo; entendido este no tanto en sentido democrático como laico. Lo que importa no viene directamente de Dios sino del consenso y el pacto. Hay un único poder legítimo que emana del pueblo y ejerce la autoridad secular.
Detrás de todos estos autores está la realidad de una nueva clase social, la burguesía, celosa de su libertad económica, política y de pensamiento, aliada en su ascenso a las nuevas monarquías nacionales y para la que el sistema eclesiástico medieval empieza a ser un corsé insoportable.
- LA MÍSTICA ALEMANA.
Estamos viendo cómo en distintos sitios y en diferentes momentos se inician movimientos de ideas que parecen confluir hacia la gran crisis del siglo XVI que dará lugar a la Reforma protestante y la ruptura de la cristiandad medieval.
El principal representante de la mística alemana es Eckhart, fue muy atacado por los franciscanos y fueron condenadas 28 tesis suyas. El misticismo prosprea en un ambiente más conventual y retirado, y al mismo tiempo más cercano al pueblo y sus sentimientos. Ekchart se sitúa en la tradición de la mística especulativa directamente neoplatónica. A través de ella busca una vía de acceso directo a Dios, alternativa al racionalismo escolástico y al negativismo de los nominalistas. Eckhart propone un camino de acceso a Dios a través lo que llama la chispa del alma. Esta chispa es para él como el fondo de la realidad. No se identifica con la persona, el individuo o la conciencia. La individualidad es para él un puro accidente que es menester suprimir para encontrar la unidad de todas las cosas. Y esta unidad de todas las cosas es Dios.
En el mismo Dios la unidad está por encima de la Trinidad, de la diversidad de las personas divinas. Y la creación estaría contenida en Dios desde toda la eternidad, de tal modo que no se puede hablar de un momento determinado de la creación: esta sería algo intemporal y Eckhart la concibe más como una privación. La existencia no añade nada a la inteligencia. Dios es más inteligencia que ser.
BIBLIOGRAFÍA
AAVV. Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y Edad Media. 1ª Edición. Barcelona: Herder, 2010. pp. 548-561.
PADILLA MORENO, J. Historia del pensamiento antiguo y medieval. 1ª Edición. Madrid: CEF, 2016. pp. 264-271.