La filosofía de Pedro Abelardo

Tenía una mente brillante, inquieta y generosamente dotada para la disputa, y un horizonte intelectual de los más amplios y comprensivos  de su época. Atrajo estudiantes de toda Europa, pero se atrajo también no pocas envidias y enemistades. 

La gran pasión de Abelardo era la dialéctica. Es heredero de la tradición que arranca con Boecio. Acepta la visión tradicional de que las categorías se refieren primariamente al lenguaje, y solo indirectamente a las cosas; pero rechaza la conclusión que se solía derivar de ello de que la dialéctica no puede ocuparse de la realidad. La dialéctica es para él la ciencia del lenguaje en ejercicio, la ciencia de la discusión y la palabra. 

En este contexto tiene que entrar a fondo en el problema de los universales. Empieza oponiéndose al nominalismo, afirmando que géneros y especies no son denominaciones vacías, simples maneras de agrupar mentalmente las cosas concretas, sino que dicen algo real sobre ellas. Luego se opone a Guillermo de Champeaux que decía que animal y hombre son esenciales reales, existentes y que solo se diferencian de otro individuo por accidentes; Abelardo reafirma la doctrina de Boecio: si animal y hombre fueran sustancias, no se podrían predicar de otras sustancias.

Tumba de Pedro Abelardo en el cementerio de Père-Lachaise (París, Francia).

Los universales, por tanto, son solo predicados que remiten atributos de las cosas, pero atributos reales. En tanto que atributos “hombre” y “animal” pueden predicarse de innumerables individuos, porque no son cosas sino conceptos engendrados por la mente que abstrae de los individuos los rasgos comunes. Los universales, en definitiva, no son cosas pero se forman por abstracción a partir de ellas y no se entienden separados de las cosas individuales. 

Respecto a la aplicación de la dialéctica a la teología, dice que las categorías se refieren indirectamente a la realidad, no son meras determinaciones del lenguaje. Dios, sin embargo, escapa en rigor a ellas. Solo impropiamente y con muchas precauciones pueden aplicarse a la Trinidad. De su aplicación brotan todas las herejías, porque Dios no se ajusta a las reglas de los filósofos. Lo cual no significa para él que no se pueda hablar de Dios. 

La dialéctica es independiente de la fe y sigue sus propias reglas. Pero para entender las verdades reveladas hace falta tanto la fe como la dialéctica. La dialéctica ni es esclava de la teología ni puede proporcionarle a esta herramientas definitivas. 

BIBLIOGRAFÍA

AAVV. Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y Edad Media. 1ª Edición. Barcelona: Herder, 2010. pp. 443-451.

PADILLA MORENO, J. Historia del pensamiento antiguo y medieval. 1ª Edición. Madrid: CEF, 2016. pp. 203-206.

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