El pensamiento de Anselmo de Aosta

Vive en un momento no solo de renovación eclesiástica sino también de expansión general de la vida. El siglo XI es un siglo de crecimiento económico y desarrollo de las ciudades; es el momento en el que tiene lugar el verdadero arranque de la sociedad y cultura occidental al respecto de la bizantina y musulmana. 

Su obra es fundamentalmente teológica. Dios es casi tema exclusivo de sus escritos. Pero la manera de tratar el tema es nueva. Anselmo está inmerso en la tradición agustiniana y neoplatónica. Anselmo parte de la fe, pero no se queda en ella, para él la fe no es un estado definitivo sino transitorio. El estado definitivo es la visión directa de Dios: la visión beatífica, el estado místico. Entre una y otra se encuentra la razón, que ayuda a entender lo que se cree. La aspiración de Anselmo es entender desde la fe, a sabiendas que fe y razón no son suficientes. También para Anselmo, la razón (logos) es un instrumento o vehículo conducente a la intuición directa de las ideas en la idea suprema del Bien. 

San Anselmo por Vicente Carducho en el Museo Nacional del Prado (Madrid, España).

No se trata de un uso autónomo de la razón, sino de un uso de la razón con fines religiosos, pero atenida a sus propias fuerzas. Para Anselmo, las ideas de las cosas están en el Verbo o Logos divino y las captamos por iluminación directa. Ahora bien, estas ideas o modelos son lo que podemos saber sobre Dios, pero no son la esencia de Dios, porque la esencia de Dios no se puede conocer. 

En su obra Proslogion, el punto de partida es la idea que el hombre mismo, el hombre interior, tiene de Dios; es por tanto una prueba de raigambre claramente agustiniana. Anselmo dice que el paso de lo ideal a lo real no es lícito salvo en el caso de Dios, porque la idea de Dios es de un carácter peculiar: es la única justamente que incluye la necesidad de la existencia. 

La prueba que propone Anselmo no demuestra la existencia de Dios; lo que prueba es que, si se tiene de verdad una idea adecuada de Dios, no se puede dudar de su existencia. Es por tanto una prueba condicional. De probar algo incondicionalmente, sería la imposibilidad del ateísmo; es decir, la incongruencia de la actitud del insensato que niega la idea de Dios. Anselmo dice que el que niega a Dios no sabe lo que niega, no ha entendido qué es Dios. 

En De veritae Anselmo vuelve a mostrar cómo las verdades particulares, parciales, solo son posibles desde la verdad total y única: hay una verdad de las sensaciones, de los juicios, de la voluntad, de las esencia; pero todas las verdades lo son por su referencia a una regla única de la verdad que se impone al hombre. No puede haber por eso una verdad de la razón y otra de la fe. 

En “¿Por qué Dios se hizo hombre?” trata Anselmo de tender un puente entre el abismo de fe, poniendo en contacto el mundo imprevisible y discontinuo de las decisiones libres de la historia religiosa con el mundo ordenado e inmutable de la razón. La encarnación de Dios era necesaria porque solo Dios hecho hombre podía reparar la ofensa cometida contra la divinidad; hasta el punto de que se podía prever racionalmente. Por otro lado, la encarnación no estaba en el orden eterno de las cosas, como hubiera afirmado un puro racionalista neoplatónico. 

BIBLIOGRAFÍA

AAVV. Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y Edad Media. 1ª Edición. Barcelona: Herder, 2010. pp. 429-437.

PADILLA MORENO, J. Historia del pensamiento antiguo y medieval. 1ª Edición. Madrid: CEF, 2016. pp. 188-192.

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