VAPOR, VELOCIDAD Y ROMANTICISMO.
Si el siglo XIX, su pintura, avances tecnológicos, el contraste visual, así como todo lo relacionado con los albores de la industrialización, son temas que interesan al lector, una velada perfecta en Madrid podría ser la visita conjunta al Museo del Romanticismo y al Museo del Ferrocarril con los que descubriremos iconos indiscutibles de mediados y finales del siglo XIX español, pudiendo así comprender mejor aquel ambiente industrial, obrero y romántico.
El Museo del Romanticismo se encuentra muy cerca del acomodado y famoso barrio de Salamanca, un lugar donde podemos encontrar numerosas cafeterías y pastelerías para todos los gustos. Nuestra ruta comienza en la calle Fernando VI, donde antes de entrar al museo podremos tomar café o té y algo de pastelería. Giramos y nos adentramos en la calle San Mateo, donde se encuentra el museo.
La entrada tiene un precio de 3 euros, apta para todos los bolsillos, lo cual es de agradecer pues cada vez más la cultura se muestra inaccesible para muchos. El edificio en el que se encuentra es un pequeño palacio de finales del siglo XVIII que encaja a la perfección con el ambiente del museo. Pasó de manos en manos hasta convertirse en 1927 en el Museo del Romanticismo, fundado por Benigno de la Vega-Inclán, por lo que el propio museo es Historia viva.
El museo tiene varios departamentos y varios equipos dedicados a tareas de investigación, documentación, conservación y restauración o difusión, por lo que su labor cultural se ramifica considerablemente. Además cuenta con una gran cantidad de actividades para todos los públicos.
En el museo podemos encontrar 1682 piezas, un extenso Archivo Histórico e información no sólo sobre el arte que se dio en la España de mediados del siglo XIX sino también sobre cómo era la sociedad del momento y como influyó este período histórico en las artes. En el museo podremos encontrar pinturas, miniaturas, dibujos, estampas, fotografía, figuras de porcelana e incluso mobiliario. Es preciso señalar algunas obras como Sátira del suicidio romántico (1839) de Leonardo Alenza, Paisaje oriental con ruinas clásicas (1842) de Jenaro Pérez Villamil o Escena en el desierto (1863) de Francisco Lameyer, en cuanto a pintura. Destaca también su completa colección de 250 miniaturas o su colección de fotografía, que nos muestra como era el día a día en la convulsa España del XIX.
Al salir del museo cogemos la línea de metro 1 en Tribunal nos apeamos en Sol, donde cogeremos la línea 3 que nos llevará directamente al Museo del Ferrocarril situado en el Paseo de las Delicias. Lo primero que nos llama la atención de este museo es que está ubicado en una antigua estación de trenes, algo que le viene que ni pintado, concretamente la Estación de Delicias, inaugurada en 1880 y clausurada en 1969, lo cual nos trasladará instantáneamente a aquellas románticas estaciones de trenes de finales del XIX. Tiene un precio de 6 euros, con tarifas reducidas para niños, estudiantes o jubilados.
El museo es un auténtico recorrido cronológico por la Historia del ferrocarril en España. Entre sus objetivos se encuentran el estudio y difusión del patrimonio ferroviario español así como su conservación. Actualmente cuenta con 4800 piezas, entre las que se encuentran locomotoras, vagones, decoración, maquinaría, uniformes, elementos de las estaciones de la época… así como una impresionante colección de maquetas.
En su exposición permanente encontramos cuatro vías donde se ubican trenes de vapor, diésel y eléctricos, así como una colección de vagones que nos muestran como era el día a día para los pasajeros de la época. Aparte encontramos una sala de relojes, otra de maquetas que merece la pena visitar -sobre todo para los más pequeños-, una de infraestructura y el interesante enclavamiento hidráulico de Algodor, desde donde se controlaba el acceso y la salida de las locomotoras. Aparte de sus locomotoras y elementos de la época, el museo cuenta con un extenso Archivo Histórico y una Biblioteca.
El museo destaca también por sus exposiciones itinerantes, las cuales nos muestran como era el día a día en el siglo XIX español, así como por sus actividades didácticas, ideales para los más pequeños.
Si tenemos tiempo, y queremos llevar nuestro día romántico más allá, podemos coger el Tren de la Fresa, un clásico, que llega hasta Aranjuez, emulando así el recorrido del primer ferrocarril de la Comunidad de Madrid y el segundo de la Península tras Barcelona-Mataró.
Al terminar nuestra jornada cultural en el Museo del Ferrocarril podemos pasarnos por Casa Pedro, en la calle Tomás Bretón, donde podremos disfrutar de la magnífica cocina castellana, poniendo punto y final a la particular ruta por la Historia de Madrid.
Y es que Turner no se equivocó al pintar Lluvia, vapor y velocidad en 1844. Los trenes y el espíritu del romanticismo están íntimamente ligados.